CAINEM - Cámara Internacional de Emprendedores
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Al emprender una empresa son muchas las emociones que nos invaden. Pasamos por
la alegría, la tristeza, decepción, el entusiasmo y muchas otras. Las emociones son
reactivas; entran y salen a nuestro organismo con mucha facilidad, se pueden
asemejar al clima, que es cambiante y en ocasiones impredecible. Ellas son necesarias
al momento de emprender, porque nos predisponen a las acciones que iniciamos. Sin
embargo somos educados de manera racional y tenemos poca apertura a entender
que somos más emocionales que racionales. Adicionalmente creemos que está mal
cuando mostramos emociones como tristeza, decepción, enojo, entre otras y las
rechazamos, incluso no permitimos que esta fluyan para entender lo que nos está
pasando e identificar qué puertas se nos abren o se nos cierran. Si partimos de la
premisa de que no podemos intervenir en mundos que desconocemos, se nos hace
imposible intervenir en nuestras emociones si las desconocemos.

Cuando escuchamos que un emprendedor debe saber gerenciarse a sí mismo,
entendemos que esto implica gerenciar sus emociones, su lenguaje y su corporalidad.
En este artículo haré referencia a cómo gerenciar nuestras emociones. Parto de la idea
de que para gerenciar nuestras emociones, debemos definirlas, entenderlas y
validarlas. Para definirlas podemos acudir a un diccionario o a la web y buscar su
significado, pero para entenderlas y validarlas, debemos permitirnos sentirlas y
vislumbrar las oportunidades que se nos abren y se nos cierran.

Cuando estamos en una emoción determinada el lenguaje y la corporalidad son
coherentes con ésta. Por ejemplo cuando estamos en la tristeza, por lo general,
nuestros ojos derraman lágrimas, nuestros hombros se cierran como mostrando un
sentimiento de culpa, nos mostramos cabizbajos y los gestos de nuestra cara muestran
dolor; decimos frases como: ?no merezco esto?, ?por qué no pude verlo?? ?yo no lo
quería así pero no hay otra forma que pueda hacerlo? y así vamos entrando en el
estado de ánimos de la resignación que nos va apagando poco a poco en nuestro
quehacer y así la persona se predispone a no hacer nada y pierde su poder y
capacidad pues si no hay nada que pueda hacer, no tengo ningún poder ni capacidad
para que las cosas cambien, cuando entramos en la resignación hay menos control de
nuestra propia vida; y lo peor es que nos cuesta perdonar y avanzar.

Lo contrario sucede cuando estamos en el entusiasmo. Nuestro cuerpo y nuestro
lenguaje es diferente , por ejemplo, los hombros se muestran abiertos, nuestra mirada
se hace más viva y direccionada al frente, cómo en la búsqueda de algo al frente que
hay y estamos buscando, nuestro rostro muestra gestos de búsqueda e interés en lo
que tenemos alrededor; y nuestro lenguaje se distingue con frases como: ?Me
merezco esto y más?, ?pude verlo y por eso lo estoy logrando?, ?Así me veo en el
futuro? de esta manera la persona se coloca en un sentimiento de búsqueda constante
que con frecuencia lo lleva a observar a su alrededor tanto las oportunidades como las
amenazas. Al entusiasta se le hace más fácil proyectarse en el futuro, buscar
soluciones a sus problemas, logran llevar las riendas de lo que les pasa y accionan ante
situaciones adversas. Sentirse en el espacio de entusiasmo no es garantía de éxito,
pero aumenta exponencialmente las posibilidades de lograr lo que nos proponemos.

Es posible que usted como lector se esté preguntando ahora ?y cómo logro
mantenerme en el entusiasmo y salirme de la tristeza o resiganción??. Partiendo de la
premisa que muy sabiamente afirma Echeverría R, ?no podemos intervenir mundos
que no conocemos ?. Yo estoy en la obligación de afirmarle la necesidad de validarlas,
sintiéndolas no huyendo de ellas. Así como el día tiene su noche y todo objeto tiene su
luz y su sombra, vivimos en un eterno equilibrio donde los extremos son dañinos. Un
objeto expuesto a la luz constantemente se desvanece y pierde su esencia, es decir
deja de ser el objeto que lo distingue. Incluso el día requiere de la oscuridad para
mantener su esencia de día, es cierto que hay países que por su ubicación geográfica
tienen más horas de luz que de sombra y luego en otro período del año tienen más
sombra que luz y sus habitantes pero soy testigo de las variadas estrategias que
diseñan sus habitantes para atender a su condición bilógica del descanso,
empapelando las ventanas o subiendo la iluminación en los espacios de trabajos, entre
otras, para sentir el paso de los días y así su condición bilógica les permita llevar la
rutina del día con mayor facilidad.

De esta reflexión quiero que el lector comprenda que los extremos que nos alejan del
equilibrio son perjudiciales. Estar permanentemente en una emoción es dañino para
nosotros, y principalmente porque perdemos nuestra esencia como seres humanos. Si
constantemente estamos tristes no podremos vislumbrar caminos alternos para
intervenir, a pesar de estar hechos para triunfar. Asimismo el estar constantemente en
la emoción del entusiasmo y la alegría, no nos permitirá ser precavidos y mirar
posibles escenarios que intervenir, para actuar efectivamente.

Mariana Manzano - CAINEM Guatemala